El sector “bio”, ya lo hemos dicho en varias ocasiones, es un sector muy dinámico en el que hay mucha gente joven muy creativa y muy innovadora. También es un sector, en cualquiera de sus eslabones, desde el campo hasta su industria elaboradora, en el que hay también muchas mujeres.
Pedro Burruezo nos habla en este artículo de cómo en el mundo de la alimentación convencional… sus “espías” acuden a BioCultura para ver qué tendencias pueden copiar para su industria contaminante ansiosa de teñirse de verde.
El sector “bio”, ya lo hemos dicho en varias ocasiones, es un sector muy dinámico en el que hay mucha gente joven muy creativa y muy innovadora. También es un sector, en cualquiera de sus eslabones, desde el campo hasta su industria elaboradora, en el que hay también muchas mujeres. A diferencia del sector convencional, estas mujeres figuran en las estadísticas, están dadas de alta en la SS, toman decisiones… Son algo más que las “parientas” del agricultor o del autónomo de turno. El sector “bio” es diferente en muchísimas cosas… Pero vamos a lo que íbamos…
El sector de la alimentación convencional copia descaradamente al sector ecológico. En BioCultura, en cualquiera de sus ediciones, algunos de sus espías cantan como un “picoleto” de paisano en las 3 Mil Viviendas, ja ja ja. Los ejemplos son muchos. Toda la revolución de las leches vegetales empezó en el sector orgánico y luego pasó al sector convencional. La quinoa, como el aloe vera, comenzó a funcionar en el mundo ecológico y el mundo convencional lo calcó. Los superalimentos, también, ya están hasta en la sopa, y nunca mejor dicho. Suma y sigue con los postres de soja, el veganismo, ahora la cosmética pseudonatural, etc. Por hablar sólo de la alimentación. En el mundo de la salud ha pasado lo mismo. Se copia todo lo que tiene que ver con la salud natural, el respeto por el medio ambiente, etc. El Sistema copia como para atribuirse los méritos, pero es todo un fraude, porque ni copia bien ni las intenciones son positivas.
Lo malo es que calcan sólo la superficie. No copian el verdadero sentido profundo del asunto ni siquiera sus formas. Ni el contenido ni el continente. Se quedan en la punta del iceberg. Y, lo que es peor, lo utilizan como lavado de su imagen, porque todo lo demás que hacen es, en buena medida, perjudicial… tanto para la salud de los consumidores como para la de la Naturaleza. Si al menos copiaran todo, pues eso sería magnífico. Al fin y al cabo, nadie inventa nada. Todo tomamos de aquí y de allá. Pero la gran industria alimentaria, que es como un elefante en una cacharrería, sabe que se le va acabando el chollo. Sabe que la ciudadanía no va a permitir seguir siendo engañada durante mucho más tiempo. Y, como vampiros, acuden donde hay sangre fresca, ideas nuevas, gente creativa… para seguir vendiendo lo mismo aunque con otro “packaging”. Dicho de otra manera: “Los mismos perros con diferentes collares”.
El sector “eco” no es cambiar una cosa por otra, sin más. Significa un cambio integral de la perspectiva. Un cambio de chip absoluto. Productos ecológicos, de temporada, artesanos, locales… Más vegetales que animales… Recuperar tradiciones. Volver a amar el alimento y ser agradecido con él y con quien lo produce, con la Tierra. Ver la alimentación desde un punto de vista holístico que comprende también aspectos medioambientales, espirituales, emocionales… En fin, si algún día la industria alimentaria convencional copiara esto, si dejara de tratar a los animales y a las plantas y a los campos, y a los consumidores, como meras estadísticas… hasta yo me apuntaba a su carro. Pero mucho me temo que eso no ocurrirá nunca. ¿O es que usted pondría a trabajar a un pederasta en la guardería de sus hijos? Quien ha contaminado nuestros alimentos, nuestros ríos, nuestros cuerpos… no tiene ninguna intención de tomar un camino que no es el más óptimo para sus nefastos intereses económicos. Eso sí, se tiñen de verde…