En los últimos años se ha producido un aumento de las muertes relacionadas con el alcohol y por ello, hay una oleada constante de noticias sobre los riesgos para la salud del consumo de alcohol (que puede desembocar en cáncer o cirrosis). Los llamados a beber solo con moderación se han hecho más urgentes, pero según los especialistas esa es una falacia, tras la que se esconde el marketing de quienes venden este tipo de bebidas.
Los expertos solían pensar que un consumo bajo o moderado de alcohol (una copa diaria en las mujeres y dos para los hombres) era bueno para la salud. Esta suposición se basaba en estudios que mostraban que quien bebía con moderación vivía más que quien se abstenía o bebía en exceso. Pero los años han demostrado que no hay nada ‘científicamente demostrable’ detrás de esta afirmación.
Cuando los expertos hablan de las terribles consecuencias para la salud vinculadas al consumo excesivo de alcohol, la gente a menudo asume que se refieren a personas que tienen un trastorno por consumo de alcohol. Pero los riesgos para la salud derivados de beber también pueden provenir de un consumo moderado.
Cáncer relacionado con el consumo de alcohol
La rama europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instado a los países miembros a etiquetar las bebidas alcohólicas con la advertencia de que consumir alcohol causa cáncer. En Estados Unidos el Cirujano General, principal portavoz gubernamental en materia de salud pública, ha emitido recientemente una recomendación similar. Irlanda se ha adelantado imponiendo este etiquetado a partir de 2026; será el segundo país del mundo en hacerlo, después de Corea del Sur.
Encuestas en Europa, EE UU, Australia y otras regiones muestran que el riesgo de cáncer debido al alcohol aún es desconocido entre la población. Es más, en una sociedad culturalmente muy ligada a la bebida y en especial al vino, durante décadas ha arraigado la idea de que un consumo moderado no solo es inofensivo, sino incluso más saludable que no beber nada. Pero ¿respalda esta idea la ciencia actual?
De lo que no hay duda es del vínculo entre el alcohol y al menos siete tipos de cáncer, lo cual no es precisamente una novedad: desde 1988, valorando los estudios disponibles entonces, la Agencia Internacional del Cáncer de la OMS (IARC) lo incluyó en el grupo 1 de carcinógenos, el mismo al que pertenecen el tabaco, la radiación o el amianto.
Por entonces se consideró probada la relación causal del alcohol con cánceres de la cavidad oral, faringe, laringe, esófago e hígado, a los que posteriormente se han añadido los colorrectales y de mama. Según la IARC, el 4 % de los cánceres diagnosticados en todo el mundo se deben al consumo de alcohol, sumando más de 740 000 casos al año y 401 000 muertes.
Datos recogidos de un estudio australiano por la Oficina del Cirujano General de EE UU estiman que aumentar la ingesta desde menos de una bebida a la semana a dos al día causa un 3 % más de cánceres en los hombres y un 5 % más en las mujeres.
Casi la cuarta parte de los cánceres relacionados en todo el mundo corresponden a Europa, el continente donde más se bebe: de media, 8,8 litros de alcohol puro al año por cada europeo adulto, según el Informe Europeo de Salud de la OMS de 2024, publicado en 2025. De hecho, en el viejo continente el cáncer es la primera causa de muerte de todas las provocadas por esta sustancia, con un tercio del total de los fallecimientos que se atribuyen a la bebida.
España: alto consumo de bebidas ligeras
En consumo anual de alcohol puro por adulto y según este último informe de la OMS, España se sitúa en la parte media de la tabla europea, en el puesto número 27 de 51 estados, con 9,2 litros. Sin embargo, hay una señal de alarma: es el quinto país donde más ha aumentado el consumo entre 2010 y 2019.
Otro dato preocupante, del anterior informe de la OMS de 2021, es que España es el segundo país de la UE donde mayor proporción de la población bebe a diario, un 13 %, solo por debajo del casi 21 % en Portugal.
¿Un consumo moderado es beneficioso?
Pese a todo, circula la idea de que el consumo moderado de alcohol es incluso más saludable que la abstinencia. Se basa en estudios que hace décadas popularizaron un gráfico en forma de “J” inclinada: si en el eje horizontal se sitúa el nivel de consumo de alcohol y en el vertical el riesgo de mortalidad, la forma de la curva sugiere que el óptimo está en un consumo ligero.
Pero revisiones rigurosas y estudios más recientes han llegado a otra conclusión. Según cuenta Tim Stockwell, del Instituto Canadiense de Investigación del Uso de Sustancias y profesor emérito de la Universidad de Victoria, “estos estudios a menudo se hacen en poblaciones más viejas, lo que significa que la mayoría de los actuales abstemios son antiguos bebedores que lo dejaron por razones de salud”. A ello se añaden otros sesgos, como la exclusión de la mortalidad a edades más jóvenes.
El problema de estos sesgos no es nuevo, pero se ha ignorado: ya en 1988 un estudio en The Lancet alertó de ellos. Sin embargo, en sucesivas revisiones de centenares de estudios, Stockwell los ha detectado en un 80 % de las investigaciones. “Cuando se evita este problema, la curva en forma de J se desvanece o se reduce enormemente”, dice.
El experto añade que “la evidencia de que bajas dosis de alcohol aumentan el riesgo de cáncer ha crecido”, y que probablemente las cifras de la OMS sean una subestimación: por ejemplo, el Centro para el Control de Enfermedades de EE UU incluye ahora también el cáncer de próstata entre los causados por el alcohol.
El vino: otro mito
En la Universidad de Sídney, la experta en alcohol y salud Rachel Visontay también ha revisado estudios previos con metodología rigurosa. Según explica, la asociación entre consumo moderado y salud “es una relación compleja, a menudo enfangada por otros factores como el ejercicio físico o el nivel de renta”.
Centrándose solo en los estudios de mayor calidad que deslindan otros parámetros y se acercan más a una relación de causas y efectos, “los beneficios de la bebida a niveles bajos son mucho más pequeños de lo que se pensaba, si es que existen en absoluto”.
Visontay subraya que esto se aplica también a la salud cardiovascular y que “en general, las conclusiones son las mismas sin importar lo que se beba, cerveza, vino o licores”. En concreto, el vino suele presentarse como excepción de los riesgos del alcohol por su contenido en polifenoles antioxidantes y antiinflamatorios como el resveratrol, al que se le atribuyen beneficios cardiovasculares.
Pero incluso aceptando las virtudes del resveratrol, sobre las que ciertas revisiones concluyen que aún se precisan más datos, la cantidad del compuesto que aporta un consumo moderado de vino es muy pequeña; y “los daños superan a cualquier posible beneficio”, advierte Visontay, añadiendo que cualquier dosis de alcohol, por pequeña que sea, incrementa el riesgo de cáncer y otras enfermedades. El resveratrol, en todo caso, puede obtenerse de fuentes no alcohólicas, como la uva y otros alimentos.
Las mujeres, en especial riesgo
Un daño concreto del alcohol atañe sobre todo a las mujeres, ya que las alteraciones hormonales afectan al riesgo de cáncer de mama. La epidemióloga del cáncer Marina Pollán, directora del Instituto de Salud Carlos III y directora científica del Consorcio de Investigación Biomédica en Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), ha investigado la relación entre consumo de alcohol y cáncer de mama, descubriendo que el riesgo es mayor para las mujeres que empiezan a beber desde muy jóvenes.
Tampoco suscribe que el vino sea una excepción: la mayoría de las mujeres incluidas en su estudio no beben o consumen poco; pero “aquellas que consumen alcohol declaran consumir únicamente vino o cerveza, y aun así observamos incrementos de riesgo para el cáncer de mama, lo que parece indicar que el efecto protector, en este contexto y para este tipo de tumor, no sería suficiente para contrarrestar al alcohol”.
Los intereses industriales
En vista de todo lo anterior, ¿por qué persiste el mito del consumo moderado? Según contaba Stockwell en un podcast de la Universidad de Chicago, “hay grandes influencias de la gente que fabrica alcohol y financia investigaciones”. En EEUU, un gran ensayo promovido por los Institutos Nacionales de la Salud tuvo que cancelarse cuando se descubrió que lo financiaba la industria del alcohol. Stockwell denuncia acosos: “Algunos de sus acólitos me atacan regularmente, online o en medios impresos”.