Las emisiones de CO₂ de la inteligencia artificial se disparan: los grandes modelos contaminan hasta 50 veces más

Publicado el: 22 de diciembre de 2025 a las 15:01
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IA co2

La inteligencia artificial se ha integrado velozmente en nuestras rutinas: redactar correos, resolver dudas, planificar viajes o automatizar procesos son tareas que muchos realizan ya con ayuda de modelos como ChatGPT o Gemini y las correspondientes emisiones de CO₂ de la inteligencia artificial.

Los modelos de inteligencia artificial conversacional más potentes multiplican su huella energética y climática frente a sistemas más simples e igual de eficaces.

Las emisiones de CO₂ de la IA pueden ser hasta 50 veces mayores que las de tecnologías tradicionales, según un estudio reciente publicado en Frontiers. El crecimiento de los centros de datos y el aumento de la complejidad de los modelos de lenguaje están detrás de esta tendencia, que desafía los compromisos de sostenibilidad de muchas empresas tecnológicas y gobiernos por igual.



emisiones de CO₂ de la inteligencia artificial

Los modelos de inteligencia artificial conversacional más potentes pueden generar hasta 50 veces más emisiones de CO2 que otros mucho más simples al responder a preguntas sencillas con igual eficacia.

El dato evidencia uno de los grandes lastres del despliegue masivo de la IA generativa de cara a 2026: su enorme huella energética y ambiental.

«A diferencia de sectores como la aviación o el transporte, el consumo energético del mundo digital se ha analizado de forma muy limitada«, explica a EFE Rubén Cuevas, profesor de Ingeniería Telemática en la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M).



El consumo digital es una de las dimensiones del cambio climático menos visibles para el ciudadano.

Videollamadas, correos electrónicos, publicidad en internet y, ahora, la inteligencia artificial generativa, como parte de un ecosistema tecnológico cuyo impacto ambiental apenas ha sido medido, ni cuantificado, en muchos casos.

El potencial de la inteligencia artificial conversacional capaz de generar respuestas similares a las humanas mediante redes neuronales y aprendizaje automático sigue siendo enorme, pero también es gigantesco su impacto climático.

Apenas una decena de consultas a estos sistemas, de entre los millones que realizan cada día los usuarios, puede generar en torno a 100 gramos de CO2, según los expertos.

Son modelos que requieren grandes capacidades de cálculo y enormes infraestructuras de computación, lo que se traduce en una elevada demanda eléctrica y un impacto climático creciente.

Cuánto contaminan los modelos de inteligencia artificial

«No hace falta lanzar siempre toda la artillería pesada para cualquier consulta«, advierte Cuevas. «Ni por motivos energéticos ni ambientales».

Según sus estimaciones, los grandes modelos conversacionales más populares, como ChatGPT, emiten hasta 50 veces más CO2 que otros sistemas mucho más simples cuando procesan preguntas básicas.

Los datos ilustran bien la diferencia. Para una consulta elemental, como cuál es la capital de España, el procesamiento en ChatGPT puede generar alrededor de 11 gramos de CO2.

En cambio, modelos menos potentes como el europeo Mistral -pero igualmente eficaces para este tipo de preguntas- emitirían apenas 0,016 gramos.

Rubén Cuevas es cofundador, junto a su hermano Ángel, de la empresa de base tecnológica Hiili, respaldada por la UC3M, cuyo propósito es medir las emisiones asociadas a los servicios digitales y al uso de modelos de inteligencia artificial.

Impacto climático de la inteligencia artificial

«El objetivo es democratizar el acceso a una tecnología responsable, eficiente y sostenible; que el usuario sea consciente de qué modelos contaminan menos«, señala.

En la actualidad, «no existe una visibilidad real sobre la variedad de modelos de IA, cómo se usan, cuánta energía consumen ni cómo optimizar ese consumo», añade por su parte, Pedro Travesedo, director de Alianzas de Hiili.

El crecimiento exponencial de los grandes modelos de inteligencia artificial está generando una presión inédita sobre la demanda eléctrica.

Conocer el consumo exacto de un centro de datos no es sencillo debido a la escasa transparencia del sector, pero en momentos de máxima demanda pueden alcanzar potencias de hasta 200 megavatios (MW), según los expertos.

Un centro de datos pequeño puede consumir entre 1 y 2 gigavatios hora (GWh) al año, mientras que uno de gran tamaño puede llegar a 200 o 300 GWh anuales.

«Si tomamos el valor más alto y lo comparamos con el consumo medio de una vivienda en España, que ronda los 3.300 a 3.500 kilovatios hora al año, un solo centro de datos puede equivaler al consumo anual de entre 85.000 y 90.000 hogares«, explica Cuevas.

Consumo energético de los centros de datos

«No hay energía suficiente para alimentar la inteligencia artificial tal y como se está planteando».

Ante este escenario, las grandes tecnológicas exploran distintas soluciones. Una de ellas es la construcción de microreactores nucleares junto a los centros de datos, «una opción compleja por los largos plazos de desarrollo y la gestión de los residuos«.

Otra vía es la firma de acuerdos directos con compañías gasistas para garantizar el suministro energético, «una alternativa que se aleja de los compromisos climáticos europeos de reducción de emisiones», según el experto.

La Secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial (SEDIA) desde el Gobierno español, ha puesto en marcha el Plan Nacional de Algoritmos Verdes y trabaja ya en estándares para medir el consumo energético de los modelos de IA.

Hiili ha participado en dicha iniciativa en la definición de una especificación que define cómo cuantificar la eficiencia energética de la IA.

Emisiones digitales invisibles

La tecnología desarrollada por esta empresa ha analizado ya 1.500 millones de anuncios digitales, responsables de la emisión de 17 toneladas de CO2.

Extrapolado a escala global -donde se sirven cerca de un billón de anuncios al día-, el impacto ascendería a unas 1.700 toneladas diarias. «Es como tener una bombilla encendida desde el año 4.000 antes de Cristo hasta hoy«, explica el ingeniero.

«Nuestro objetivo es que cualquier empresa y usuario individual pueda aprovechar la inteligencia artificial sin disparar su consumo energético; progresar sin comprometer la sostenibilidad«, concluye Cuevas. EFE Seguir leyendo en ECOticias.com

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