La reciente confirmación científica de la extinción del lobo ibérico (Canis lupus signatus) en Sierra Morena marca uno de los mayores fracasos en materia de conservación de fauna en España.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de varias universidades han documentado, tras más de una década sin avistamientos confirmados, que la población meridional del lobo ibérico ha desaparecido por completo.
Durante el siglo XX, Sierra Morena albergó una pequeña pero estable población de lobos, aislada del resto de grupos del norte peninsular. Sin embargo, la caza furtiva, el uso de venenos y la pérdida de hábitat provocaron un declive irreversible.
Asistimos a la triste extinción del lobo ibérico
La reciente extinción del lobo ibérico en Sierra Morena, confirmada oficialmente en 2023 pero ocurrida de facto en torno a 2017, ha sido documentada en un estudio recientemente publicado en la revista científica ‘Biological Conservation’ como un caso paradigmático de fracaso en conservación.
El trabajo, firmado por los investigadores José María Gil Sánchez, Javier Rodríguez Siles, Miguel Ángel Díaz Portero, Miguel Rico y Luis Llaneza, reconstruye en detalle el proceso que llevó a la desaparición de la población más meridional del lobo ibérico en Europa, pese a estar amparada por una estricta protección legal desde 1985.
La caza furtiva, el uso de venenos y la pérdida de hábitat provocaron un declive irreversible.
Los autores advierten de que este caso debe servir como una seria advertencia para otras regiones con presencia de lobo, como Castilla y León, donde la especie mantiene una población significativa.
De acuerdo con el estudio, «la protección legal por sí sola no garantiza la conservación si no va acompañada de rigor científico, transparencia y voluntad política real«.
Durante décadas, las estimaciones oficiales situaban la presencia del lobo en Sierra Morena en torno a seis u ocho manadas, con entre cuarenta y cincuenta individuos.
Sierra Morena se queda sin lobo
Sin embargo, el estudio demuestra que estas cifras estaban muy por encima de la realidad, al basarse en métodos poco rigurosos como entrevistas y observaciones no verificadas. Esta falta de precisión generó una falsa percepción de estabilidad, cuando la población ya se encontraba al borde del colapso.
El análisis también señala que las administraciones autonómicas responsables carecieron de capacidad técnica para evaluar adecuadamente el asesoramiento científico recibido.
Estudios de campo rigurosos que alertaban desde los años noventa sobre la situación crítica del lobo fueron ignorados, y no se promovió un debate científico abierto que permitiera contrastar datos y corregir errores. En lugar de fomentar la confrontación de evidencias entre equipos de investigación, se optó por respaldar visiones más optimistas que no reflejaban la realidad sobre el terreno.
A pesar de contar con financiación europea a través de programas LIFE y de estar incluido en espacios protegidos como la Red Natura 2000, el enfoque de conservación fue tardío e inadecuado.
La conservación de especies como esta es clave para la biodiversidad
Las acciones se centraron en mitigar daños al ganado y mejorar la percepción pública, sin abordar la viabilidad demográfica ni genética de la especie. Además, nunca se declaró oficialmente al lobo de Sierra Morena como especie «en peligro de extinción», lo que habría obligado a elaborar un plan de recuperación con medidas vinculantes.
A pesar de contar con financiación europea a través de programas LIFE y de estar incluido en espacios protegidos como la Red Natura 2000, el enfoque de conservación fue tardío e inadecuado.
El estudio también apunta a la influencia de los sectores ganadero y cinegético en la toma de decisiones, que dificultaron la adopción de medidas más firmes. La falta de mecanismos de supervisión independientes y la ausencia de transparencia en la gestión contribuyeron a que la protección legal quedara en papel mojado.
Los investigadores instan a no repetir los errores cometidos en el sur en el noroeste peninsular, donde el lobo ibérico ocupa un papel clave en los ecosistemas. Castilla y León, que alberga una de las principales poblaciones de lobo en Europa, enfrenta retos similares: presión cinegética, conflictos con la ganadería extensiva y debates sobre su gestión.
Mucho que hacer todavía en la gestión del lobo
En este contexto, el estudio subraya la necesidad de incorporar la ciencia independiente en los procesos de toma de decisiones, garantizar el acceso público a los datos y fomentar la publicación en revistas científicas revisadas por pares.
«La extinción del lobo en Sierra Morena no es solo una pérdida ecológica, sino una llamada de atención para evitar que se repita en otras regiones», concluyen los autores. Su trabajo plantea recomendaciones concretas para mejorar la conservación de especies amenazadas, entre ellas la obligación legal de contar con supervisión científica independiente y la implementación de medidas basadas en evidencias verificables.
Los científicos denuncian la falta de voluntad política y la escasez de recursos destinados a su recuperación. Alertan de que se ignoraron durante años las señales de alarma, sin aplicar planes de seguimiento efectivos ni medidas de reintroducción.
Su desaparición no solo implica la pérdida de un depredador clave, sino también un desequilibrio ecológico con efectos sobre la fauna y los ecosistemas mediterráneos. Los expertos advierten que esta tragedia debe servir de lección urgente para reforzar la conservación de otras poblaciones de lobo en la península. Seguir leyendo en EFE /ECOticias.com
















