Una oportunidad llamada Severo Ochoa

Publicado el: 30 de noviembre de 2011 a las 13:19
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Con la foto oficial de la ministra en funciones Cristina Garmendia librando las primeras ocho acreditaciones, exprograma Severo Ochoa, concebido para promover la excelencia científica en centros y unidades de investigación, culmina su primera convocatoria. Más allá de las eventuales polémicas, que alguna ha habido, hay que decidir si se valora el programa como una oportunidad, aunque imprevista, para fortalecer el sistema.

Debían haber entrado diez y han sido finalmente ocho; se hablaba de un período abierto de permanencia y ahora resulta que el programa se cierra en cuatro años; se especulaba con la posibilidad de generar un club de excelencia científica y ya hay quien duda de si va a existir una segunda convocatoria. Con respecto al Programa Severo Ochoa, por más que haya quien lo niegue, ha existido una cierta confusión que se ha manifestado con mayor o menor vehemencia atendiendo al interlocutor. La suficiente como para que algunos centros hayan errado el tiro en la presentación de sus propuestas.



Sea como fuere, tenga o no razón quien esto escribe, el caso es que la primera de las cuatro convocatorias previstas ha llegado ya a su fin. Toca pensar en las siguientes y, sobre todo, en lo que podría derivar de un programa de estas características. Personalmente, y auque se trate de practicar ciencia ficción, me interesa muchísimo más la segundo y que se resume en una única pregunta: ¿Qué podrían ser los Severo Ochoa en el medio y largo plazo?

“El gobierno [entrante] debe mantener su apuesta por la excelencia” decían tras el acto oficial de entrega de acreditaciones, celebrado el lunes 28 de noviembre, Lluís Torner, director de ICFO, y Joan Guinovart, director de IRB. A buen seguro que su opinión es compartido por el resto de directores: María Blasco (CNIO), Valentí Fuster (CNIC), Mateo Valero (BSC), Manuel de León (ICMAT), Rafael Rebolo (IAC), y Eduard Vallory (BGSE). Tanto es así que tras el acto redactaron una nota en forma de carta abierta al “futuro” gobierno en la que proclaman que “la investigación de excelencia representa una de las principales inversiones de futuro, que permiten impulsar la creación de riqueza a través de la formación de científicos y la innovación tecnológica” por lo que insta al próximo gabinete a mantener el programa Severo Ochoa y, en la medida de lo posible, a reforzarlo.



Desde fuera, un lugar donde no siempre es posible ver las limitaciones, uno iría más lejos. Hoy, ocho centros forman parte de la lista; en unos pocos años, van a ser algo más de treinta. Si a estos centros y unidades de investigación se les dotara de una estructura organizativa común, a modo de paraguas administrativo, convenientemente coordinada con comunidades autónomas y gobierno central, tal vez tendría sentido pensar en un frente común de promoción y fomento de la excelencia. Entonces no se hablaría de programa Severo Ochoa, sino de Institución Severo Ochoa.

¿Tendría sentido? Piénsenlo unos pocos segundos. Lo tendría si en este grupo no entrara cualquiera por decisión política, sino únicamente aquellos que acreditaran valores y resultados de excelencia, de modo que se podrían caer del caballo si incumplieran con las condiciones necesarias. Lo tendría igualmente si ese paraguas administrativo representara la punta de lanza de la excelencia del país y no un simple conjunto de centros reunidos por una acreditación. Lo tendría, en definitiva, si fuera un mecanismo para articular un modelo de producción de altísima calidad que prestigiara a sus integrantes y, como consecuencia, hiciera lo propio con el país. Como ocurre con los Institutos Max Plank en Alemania.

Muy probablemente la idea puede parecer descabellada ahora mismo, puesto que hay diversidad en el origen de los centros y unidades de investigación, en los objetivos, en los tamaños o incluso, aunque menos, en el modelo organizativo por el que se rigen. Pero hay una enorme coincidencia en otros muchos aspectos: proyección internacional, capacidad para la atracción de talento, potencial para captar recursos competitivos al más alto nivel, gran conectividad, sistemas de gestión suficientemente flexibles…

Más allá de si se trata o no de una buena idea, sin embargo, hay mucho trabajo previo a realizar. Y el primer paso consiste en mantener el programa Severo Ochoa, cuya dotación sin ser suficiente para grandes objetivos si resulta suficientemente atractiva para mejorar a los centros que han recibido la acreditación, para seguir posteriormente con su fortalecimiento. Y sólo después, si cabe el debate, pensar en qué tipo de evolución sería deseable.

La posición de consenso entre las grandes fuerzas parlamentarias con respecto a este programa debería facilitar estos primeros pasos. Y esta misma posición debería permitir que los problemas que hayan surgido no solo se solucionen sino que acaben contribuyendo a generar nuevas oportunidades. Es decir, permitir que el programa Severo Ochoa sea una oportunidad para hacer crecer la investigación de excelencia en España.

 

 

www.madrimasd.orgINNOVAticias.com – Xavier Pujol Gebellí

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