Metano: Hay que reducir la producción de carne y lácteos. Este objetivo debería incluirse en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) 2023-2030, actualmente en elaboración.
El metano (CH4) es un gas de efecto invernadero 86 veces más potente que el dióxido de carbono (CO₂) en un ciclo de veinte años, y representa ya casi una quinta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI). Su concentración atmosférica a nivel mundial está aumentando a un ritmo récord y es ya un 260% superior a la de los niveles preindustriales.
En España, el metano es el segundo mayor responsable de las emisiones de GEI, con un 14,4% del total, solo por detrás del CO₂. En España, el metano se emite principalmente en el sector agroganadero, que es el responsable de un 62,7% de esas emisiones (seguido de lejos por el sector residuos, con un 31,1%).
“Una disminución progresiva de los niveles de producción de carne y lácteos en España es la medida más eficaz para reducir las emisiones de metano en este sector”, declaró Carlos Bravo, portavoz de Mighty Earth en España.
En ese sentido, una nueva investigación realizada por Profundo para el grupo ambientalista Madre Brava señala que un cambio relativamente pequeño hacia un mayor consumo de proteínas vegetales tiene enormes beneficios para el clima, la naturaleza y el agua.
El consumo de carne está por encima de los niveles recomendados
El citado informe estima que en los países donde el consumo de carne está por encima de los niveles recomendados, sustituir el 30% de la carne de vacuno, cerdo y pollo por una mezcla de legumbres, tofu y nuevos productos alternativos de carne de proteína de origen vegetal podría generar un ahorro neto de 728 millones de toneladas de CO₂ eq al año.
Esto equivale a compensar casi todas las emisiones de los vuelos mundiales en 2022.
Además, el cambio liberaría 3,4 millones de km2 de tierras de cultivo, un área algo superior al tamaño de la India, tierras que pueden devolverse a la naturaleza para impulsar la biodiversidad y absorber las emisiones de carbono.
Debido al enorme consumo de agua por parte de la ganadería, este modesto paso del 30% de la carne animal a las proteínas vegetales también ahorraría 18,9 kilómetros cúbicos de agua (km3). Esto equivale a 7,5 millones de piscinas olímpicas de agua cada año.
Bienestar animal
En términos de bienestar animal, el cambio del 30% de consumo de carne animal a proteínas vegetales salvaría la vida de 100 millones de vacas, 420 millones de cerdos y más de 22 mil millones de pollos por año. Esto equivale a salvar a todas las vacas vivas hoy en día en los Estados Unidos.
La producción de proteínas vegetales, en general, utiliza una pequeña fracción de la tierra en comparación con la producción de carne animal, lo que reduce drásticamente la deforestación y protege la biodiversidad.
Además, la producción de proteínas vegetales utiliza mucha menos agua, causa menos contaminación del agua y del aire, elimina los riesgos de resistencia a los antibióticos y pandemias zoonóticas y reduce las cargas de salud pública asociadas con el consumo de carne roja.
El consumo excesivo de carne roja es mayor en América del Norte, Europa y América del Sur
El cambio proyectado hacia las proteínas vegetales reflejado en este estudio se aplica sólo a las regiones del mundo con un consumo de carne superior al recomendado por las evaluaciones de salud y ciencia ampliamente aceptadas. Por ejemplo, los estadounidenses y canadienses comen seis veces más carne roja que la recomendada por los principales científicos de la salud y nutricionistas de EAT-Lancet.
En España el 70% de la población ha abandonado ya la Dieta Mediterránea y, según la FAO, España es el Estado de la UE con mayor consumo de carne por habitante.
El consumo de carne en España es ya superior al kilo semanal por persona, lo que está muy por encima de la franja de 200 a 500 gramos que recomiendan las agencias de nutrición, la comunidad médica y los organismos internacionales responsables de políticas de salud pública.
De hecho, más del 43 % del impacto ambiental de nuestra alimentación se debe al consumo de carne, principalmente cerdo, vaca y pollo.
Comisión EAT-Lancet
Las guías españolas (AESAN, 2020a) proponían una ingesta de 2 a 4 raciones a la semana, preferentemente de pollo o conejo. La Comisión EAT-Lancet propone consumir, como máximo, 1 ración de carne roja y 2 de carne blanca a la semana, pudiéndose sustituir por pescado o huevos, y evitar el consumo de carnes procesadas.
Por lo tanto, el cambio del 30% de la carne a alternativas vegetales es moderado, ya que la gente podrá seguir comiendo más carne de la recomendada por los expertos en salud.
Existe consenso entre los científicos del clima de que la única manera de alcanzar los objetivos de París es si reducimos drásticamente la producción y el consumo de carne industrial. Hasta la fecha, las estrategias se han centrado en gran medida en mejorar la eficiencia de la producción para reducir la intensidad de las emisiones de los productos pecuarios.
Proceso de fermentación entérica en animales rumiantes
Y si bien estas estrategias, como cambiar el proceso de fermentación entérica en animales rumiantes que producen metano son importantes, no son suficientes para alinear los sistemas alimentarios con los objetivos de París.
La ganadería industrial desempeña un papel preponderante en las emisiones del sector alimentario de la UE. España es el cuarto país de Europa con más emisiones provenientes de la ganadería, sólo precedido por Francia, Alemania y el Reino Unido, y es el primero en cuanto a emisiones de amoníaco provenientes de la gestión de estiércoles.
En solo seis años, la contaminación atmosférica por las emisiones de los purines se duplicó en España, pasando de 9.500 toneladas en 2012, a 21.000 en 2018, según el registro oficial de contaminantes PRTR.
Emisiones de metano
Además, la producción de carne y productos lácteos es la mayor fuente de emisiones de metano en la UE, el tipo de emisiones con el impacto más inmediato y concentrado en el cambio climático.
Con proyecciones que muestran que la producción de carne en Europa seguirá creciendo hasta 2030, se necesitan intervenciones urgentes y efectivas en el sector cárnico para alcanzar el cero neto para 2050.
El mundo puede producir 14 veces más proteínas en la misma superficie de tierra simplemente cambiando la carne por alternativas vegetales.
Cambiar carne de vaca por proteínas vegetales
La humanidad puede producir 14 veces más proteínas en la misma cantidad de tierra cambiando la carne de vaca por proteínas vegetales, lo que ayudará a alimentar a una población mundial en crecimiento en 2030, según la citada investigación de la consultora Profundo para Madre Brava.
El estudio modelizó dos usos competidores de las tierras de cultivo para producir proteínas: la producción de carne de vacuno o la producción de una mezcla de proteínas vegetales: judías, avena, guisantes y soja.
El nuevo informe estima que la misma superficie de tierra puede producir suficiente carne de vacuno para satisfacer las necesidades proteicas del 2% de la población mundial en 2030, o alternativamente podría producir suficientes cultivos proteicos para satisfacer las necesidades proteicas del 28% de la población mundial en 2030.
La carne es una forma muy ineficiente de producir proteínas baratas
Nico Muzi, gerente y co-fundador de Madre Brava, subrayó: “La realidad pura y dura es que la carne es una forma muy ineficiente de producir proteínas baratas e insostenibles para una población mundial en crecimiento. Si los líderes mundiales, empezando por el Presidente Sanchez, están realmente preocupados por la seguridad alimentaria en el mundo entonces deberían plantearse seriamente impulsar la producción de proteínas vegetales y reducir la de carne de vaca”.
La producción pecuaria (carne y lácteos) ocupa el 77% de las tierras agrícolas del mundo, pero sólo produce el 18% de todas las calorías y el 37% de todas las proteínas a nivel mundial.
La ganadería, principalmente vacas y piensos a base de soja, es también el mayor impulsor de la deforestación mundial. Metano: Hay que reducir la producción de carne y lácteos.
 
			 
			













