Hoy 7 de julio se conmemora el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025, una fecha significativa para que todo el mundo sea consciente de la necesidad de proteger los suelos y de evitar a toda costa que estos se degraden.
Conservar el suelo no es únicamente una acción técnica, en realidad implica un compromiso ético con la estabilidad de los ecosistemas, la seguridad alimentaria y el equilibrio climático. Por ello, cada 7 de julio es el Día Internacional de la Conservación del Suelo y aunque a menudo ha sido relegado a un segundo plano frente a temas más visibles como la deforestación o la desaparición de la biodiversidad, el suelo es una de las bases fundamentales de la vida terrestre.
Su degradación, ya sea por erosión, salinización, compactación o pérdida de materia orgánica, es silenciosa pero persistente. Afortunadamente, existen diversas estrategias para su protección y restauración, siempre que se comprendan a fondo sus características intrínsecas y el contexto ecológico y productivo en que se encuentra.
Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025: tipos de degradación
En el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025 debemos tener en cuenta que existen varias formas de degradación de los suelos. La gran mayoría son causadas por el ser humanos. Ya sea de manera directa, como indirectamente, ya que, por ejemplo, el cambio climático es consecuencia de acciones antropogénicas. Y resulta uno de los peores factores de degradación de los sustratos.
Compactación
La porosidad del suelo, tanto en términos del número de poros como de la calidad de su organización en red, es fundamental para la circulación del agua, el aire, las raíces y los organismos vivos. El primer nivel de degradación es la pérdida de esta porosidad. A esta situación se le llama compactación. Y en el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025 hay que tener en cuenta que un nivel óptimo de porosidad es fundamental para mantener la salud de los sustratos.
Estratificación
Cuando la superficie se compacta, en cuanto llueve, se crea una película impermeable. Como resultado, el agua ya no penetra las capas inferiores del sustrato. La capacidad de absorción del suelo se satura más rápido y es factible que se produzcan riadas.
Escorrentía
Cuando las precipitaciones son fuertes y continuas, el agua comienza a correr por encima de los suelos, provocando una escorrentía. Es decir, que arrastra consigo sales minerales, arcillas, residuos fitosanitarios y lo que se ponga por delante. Y todo ello acabará en alguna corriente fluvial, por lo que no solo se degradará el suelo, sino que se agravará el daño al medio ambiente y los ecosistemas involucrados. Un grave problema que se denuncia el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025.
Erosión
La erosión es la fase más crítica del proceso. El agua de escorrentía se concentra y se potencia. Esto provoca el desarraigo de trozos superficiales de suelo. Las pérdidas de suelo pueden ser muy significativas. Visualmente, esto se traduce en barrancos, zanjas, etc.
En el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025 recordemos que hay más formas de erosión. La erosión por labranza es común en las parcelas con pendiente y se produce cuando se aran los terrenos en la dirección de la pendiente. Esto hace que se desprendan bloques de tierra de la parte superior de las laderas. En el caso de la erosión eólica, es el viento el que se lleva las partículas y sedimentos.
El poder de capturar carbono
Los efectos del calentamiento global son cada vez más devastadores. El aumento en la frecuencia de los eventos extremos podría tener efectos adversos en el rendimiento de los cultivos y los suelos saludables son parte de la solución para enfrentar este problema. Esa es una de las razones por las que se creó el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025.
En un suelo ‘sano’ las plantas capturan el carbono del aire para secuestrarlo en el suelo. Esto lo hacen con la ayuda de los microorganismos que viven allí. Es un mecanismo natural que significa que un suelo saludable no necesita fertilizantes químicos, por lo que para asegurar su fertilidad no se necesitan abonos químicos. Lo que además implica una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, las prácticas de agricultura ecológica y regenerativa tienen muchos beneficios colaterales. No solo mejoran la fertilidad del suelo y, por lo tanto, el rendimiento. Si no que también aumentan la calidad nutricional de los alimentos y la capacidad de absorber y filtrar el agua.
Los campos que implementan estas prácticas aumentan considerablemente su resiliencia a los impactos del cambio climático. Esto tiene un ‘efecto cascada’, ya que también resulta positivo para todos los agrosistemas y para la biodiversidad. Puesto que repercute en la salud de los animales (domésticos y salvajes), en la de la flora autóctona y en la de las personas. Por eso resulta tan importante conmemorar el Día Internacional de la Conservación del Suelo 2025.